martes, 10 de abril de 2012

La Revolución Nacional Boliviana, 60 años después

La prensa, incluida la que tiene inclinaciones izquierdistas, parece no haber reparado que en un día como ayer, sesenta años atrás, el 9 de Abril de 1952, se producía el triunfo de la Revolución Nacional Boliviana, la más radical después de la Revolución Mexicana (1910-1917) y, en más de un sentido, precursora de la Revolución Cubana. Fue una jornada heroica, que culminó cuando el ejército, perro guardián de la oligarquía minera y terrateniente, fue derrotado, desarmado y disuelto por los mineros tras dos días de fieros combates. Como en México antes, y en Cuba después, la derrota del ejército es la marca decisiva de toda revolución. Como veremos más abajo los acontecimientos de Bolivia impactaron enormemente al joven Ernesto Guevara, años antes de que se convirtiera en el Che. También a otro joven, brillante como él, Fidel Castro, que en su célebre alegato “La Historia me Absolverá” (del 16 de Octubre de 1953) decía a sus jueces que “Se ha querido establecer el mito de las armas modernas como supuesto de toda imposibilidad de lucha abierta y frontal del pueblo contra la tiranía. Los desfiles militares y las exhibiciones aparatosas de equipos bélicos, tienen por objeto fomentar este mito y crear en la ciudadanía un complejo de absoluta impotencia. Ningún arma, ninguna fuerza es capaz de vencer a un pueblo que se decide a luchar por sus derechos.. Los ejemplos históricos pasados y presentes son incontables. Está bien reciente el caso de Bolivia, donde los mineros, con cartuchos de dinamita, derrotaron y aplastaron a los regimientos del ejército regular.”1

La historia de la Revolución Boliviana ofrece numerosas enseñanzas de gran utilidad para las luchas emancipatorias que libran nuestros pueblos. Sus logros iniciales fueron inmensos, imposibles de subestimar. Pero carecieron del sustento político, económico e ideológico necesario para garantizar su irreversibilidad. La revolución empezó a gestarse pocos meses antes, en 1951, cuando el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) liderado por Víctor Paz Estenssoro triunfa en las elecciones presidenciales de ese año. Poco después se produce un golpe de estado, promovido por la oligarquía minera, que instala una Junta Militar con el objeto de impedir el acceso al poder del jefe del MNR, que debe exiliarse en la Argentina. Lo que sigue es una creciente inquietud social y política que se traduce primero en una impetuosa movilización de mineros y campesinos y, poco después, a lo que la teoría marxista denomina una “dualidad de poderes.” Es decir, una profunda grieta en el estado burgués que, debilitado por la rebelión de “los de abajo”, pierde su capacidad para reclamar y obtener la subordinación a sus mandatos y que, por lo tanto, no puede impedir el surgimiento de un formidable antagonista, un poder real, efectivo, no formal ni constitucional sino un poder constituyente basado en el inmenso apoyo popular del bloque formado por los campesinos y mineros en armas. Tal como lo advirtiera Lenin, situaciones de este tipo son altamente inestables y rápidamente se definen en una u otra dirección. Eso fue precisamente lo que ocurrió el 9 de Abril del 1952, en la masiva insurrección popular que tuvo como epicentros La Paz y Oruro. Allí el ejército fue derrotado y desmantelado, reemplazado por milicias populares de mineros y campesinos, al mejor estilo de la Comuna de París. Estas jornadas, bañadas por la sangre de por lo menos medio millar de muertos, abrieron el camino para la conformación de un gobierno provisional al mando de Hernán Siles Suazo, otro de los dirigentes del MNR, y el más importante dirigente sindical de ese tiempo, el minero Juan Lechín Oquendo, quienes fueron literalmente instalados en el Palacio Quemado por las masas a la espera del retorno al país de quien consideraban su legítimo presidente, Víctor Paz Estenssoro.

La derrota y disolución del ejército fue uno de los grandes logros revolucionarios de los sucesos de Abril de 1952. Pero hubo otros: poco después, en Julio de ese mismo año, se aprueba una nueva legislación otorgando el sufragio universal a las mujeres, los analfabetos y los indígenas. En Octubre se nacionalizaron las minas, y principalmente las de estaño, tradicionalmente en manos de una tríada de grandes propietarios conocida como “los barones del estaño”: Simón Iturri Patiño, Carlos Víctor Aramayo y Mauricio Hochschild. Con la nacionalización estas empresas pasaron a formar parte de una nueva corporación estatal minera, la COMIBOL, al paso que el gobierno asumía el monopolio de la exportación del estaño. Al mismo tiempo se lanzan programas para promover la industrialización del estaño en Bolivia y fomentar las actividades petroleras en el Oriente boliviano y en el Sur y, más generalmente, afianzar la soberanía nacional sobre los recursos naturales del país y construir caminos que permitieran unir el Occidente del altiplano con los llanos orientales. De enorme importancia es el reparto agrario, que se institucionaliza con la Ley de Reforma Agraria de Agosto de 1953, y que permite la destrucción del latifundio, concentrado en las regiones andinas, y la distribución de la tierra a los indígenas, a la vez que favorece la sindicalización de los campesinos. La creación de la COB (Central Obrera Boliviana) tuvo lugar días después del triunfo de la insurrección. La COB fue uno de los pilares fundamentales de apoyo al nuevo gobierno por su activa participación en todas las ramas del aparato estatal. Su líder histórico, Juan Lechín Oquendo, fue elegido Secretario General de la COB y nombrado Ministro de Minas y Petróleo del nuevo gobierno. Fue uno de los líderes populares más conscientes de que sin armar adecuadamente a las milicias populares la estabilidad del nuevo gobierno se vería comprometida. Lamentablemente, sus palabras cayeron en saco roto.

Decíamos más arriba que más allá de sus logros la Revolución Boliviana no pudo evitar seguir un curso descendente que la condujo hasta su definitiva derrota el 4 de Noviembre de 1964 con el golpe de estado de René Barrientos Ortuño, siniestro personaje que como presidente de Bolivia orquestaría, junto con la CIA y el Pentágono, la cacería y posterior asesinato del Che en Bolivia. Pero la derrota de la revolución ya latía en su seno desde mucho antes. En primer lugar, por la política de alianzas porque aun cuando en su fase inicial el poder real descansaba en manos de obreros y campesinos armados la representación política de la revolución le fue confiada al MNR y sus líderes, exponentes de un sector social que pese a su vocinglería antioligárquica conservaba estrechos lazos con esa clase y la burguesía boliviana. Peor aún, tanto Paz Estenssoro como Siles Suazo demostraron ser fácilmente co-optables por la astuta diplomacia norteamericana. Contrariamente a lo habitual esta no demoró en reconocer al nuevo gobierno surgido de los hechos revolucionarios de Abril, pese a que en ese mismo momento preparaba una invasión de mercenarios para deponer al gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala. La importancia que el estaño tenía para la industria militar de Estados Unidos y su atesoramiento de reservas minerales estratégicas en el marco de la Guerra de Corea y el peligro de una Tercera Guerra Mundial es sin duda uno de los factores que explica actitudes tan diferentes en uno u otro caso. Mientras Washington tenía muchos países que podían venderle el café o las bananas que exportaba Guatemala, no había tantos que pudieran ofrecerle el estaño que requería su aparato industrial y militar. De hecho, poco más de la mitad de las exportaciones de ese mineral eran adquiridas por Estados Unidos, lo que colocaba al imperio en inmejorables condiciones de negociación para imponer sus políticas. Además, la debilidad estructural de la economía boliviana, sin salida al mar y lastrada por siglos de opresión y explotación, la tornaba muy dependiente de los programas de “ayuda” dispuestos por Washington. Y las debilidades ideológicas de la pequeña burguesía del MNR, so pretexto de la necesidad de ser “realistas” y no antagonizar a los intereses imperiales, permitieron cerrar el círculo de la sujeción al imperialismo. Uno de los elementos cruciales que Estados Unidos manejó con mucha sagacidd fue la necesidad “técnica” de reconstituir al derrotado ejército. De hecho, dos años después del triunfo de la revolución se reabría la Escuela Militar y comenzaba el proceso de liquidación de las milicias populares. Sería el ejército quien, en 1964, dispararía el tiro de gracia a la revolución. En todo caso fue esta necesidad de mantener “buenas relaciones” con el imperio la que signó el inicio del Termidor revolucionario. La Revolución Nacional no sólo fue una revolución traicionada sino también una revolución interrumpida. Cuenta uno de sus biógrafos que mientras Ernesto Guevara, de paso por Bolivia en su segundo viaje por América Latina, esperaba para ser recibido por un alto funcionario del recientemente establecido Ministerio de Asuntos Campesinos se encontró con un grupo de indios que habían llegado al lugar para recoger los títulos de propiedad prometidos por el reparto agrario. Pero antes de llegar a la oficina del funcionario a cargo del expediente se los hizo formar y se los roció con un insecticida. Guevara comentaría, en una de sus cartas que "el “MNR hace la revolución con DDT.”
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El drama de 1952 podría resumirse así: una revolución hecha por obreros mineros y campesinos, que juntos empuñan las armas y destruyen al sostén fundamental del decrépito orden oligárquico, el ejército, para luego cederle el control del estado a los aliados pequeño burgueses del campo popular y aceptar que sean ellos, y no quienes hasta ese momento tenían el poder real en sus manos, es decir, las armas, los que fijarían el rumbo del gobierno surgido de una revolución pero cuyo destino sería, doce años después, ser víctima de una contrarrevolución. Otros factores que también operaron fueron los siguientes: (a) el reparto agrario que al no estar acompañado de intensa labor de organización y educación políticas terminó por replegar a los campesinos hacia su pequeña parcela y abandonar la escena política. Ocurrió aquí algo similar a lo acontecido con los campesinos parcelarios franceses analizados por Marx en su Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte : el fetichismo que crea la propiedad privada sobre una ínfima -¡a menudo misérrima!- porción de tierra los desmovilizó y, peor aún, durante algún tiempo los convirtió en bases de apoyo de diversos gobiernos anti-revolucionarios, como el del ya mencionado René Barrientos Ortuño. (b) Por otra parte, los sectores mineros no lograron establecer una sólida y duradera alianza con los campesinos, y el progresivo aislamiento de los primeros facilitó, pocas décadas después, su debilitamiento organizacional hasta concluir con su desaparición como actor económico o político de relevancia en la Bolivia contemporánea. (c) El activismo norteamericano para frustrar procesos revolucionarios, desde fuera –con presiones económicas y políticas, mentirosas promesas de colaboración, o amenazas veladas o abiertas de intervención- tanto como desde dentro, atrayendo a su hegemonía a los sectores de un cierto nacionalismo popular que, en su ilusión, soñaban con un proyecto nacional sin que al mismo tiempo fuese socialista y radicalmente anti-imperialista, cosa que una y otra vez ha demostrado ser imposible. (d) Por último, la violación en la Bolivia del MNR de una suerte de “ley de hierro” de todas las revoluciones y/o procesos de reformismo radical: o se avanza resueltamente hacia nuevas metas que profundicen la estabilidad e irreversibilidad de los logros iniciales, o el proceso se estanca, languidece y muere.
Pero más allá de este breve balance de triunfos y derrotas hoy es justo y necesario rendir homenaje al heroísmo y la abnegación demostrada por el pueblo boliviano en las épicas batallas libradas sesenta años. Los méritos de los revolucionarios de Abril no se empañan por la capitulación del fallido gobierno instaurado por la revolución. La labor de la insurrección no fue todo lo metódica y radical que habría sido deseable, más allá de las obvias preguntas contrafácticas acerca de si las cosas podrían o no haber ocurrido de otra manera. En todo caso lo cierto es que con la clausura del ciclo revolucionario abierto en aquella ocasión habrían de transcurrir cincuenta largos años -años de sufrimientos, de miseria y de muerte para el pueblo boliviano- para que, a inicios de este siglo, se pusiera fin a tanta decadencia con las grandes movilizaciones populares que, en 2005, culminarían con la elección de Evo Morales a la presidencia de Bolivia abriendo así un nuevo y luminoso capítulo en la historia de ese hermano país.

1 Fidel Castro Ruz, La Historia me Absolverá [edición definitiva y anotada] (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2005), p. 57.
2 Ver Frank Niess, Che Guevara (Madrid: EDAF, 2004), pg. 43. Esta anécdota también la narra el Che en América Latina. Despertar de un continente , una recopilación de sus notas de viaje. (La Habana: Ocean Press, 2003), p.71.En una de sus cartas el Che decía que una revolución que actúa de ese modo con los campesinos “no puede ser una revolución verdadera.”

Atilio A. Boron, Rebelión.

martes, 13 de marzo de 2012

10 Estrategias de Manipulación Mediática

Noam Chomsky

•1. La estrategia de la distracción
El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

•2. Crear problemas y después ofrecer soluciones.
Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.

•3. La estrategia de la gradualidad.
Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

•4. La estrategia de diferir.
Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

•5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad.
La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad.

•6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión.
Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un cortocircuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…

•7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad.
Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.

•8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad.
Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar e inculto…

•9. Reforzar la autoculpabilidad.
Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, ¡sin acción, no hay revolución!

•10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen.
En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.

lunes, 9 de enero de 2012

VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.

(Miguel Hernández, poeta del pueblo)